GLOSARIO:
DADAÍSMO: (Del francés, dadaïsme) Movimiento literario y artístico surgido hacia 1915 en Europa y Nueva York, que se caracterizó por ser deliberadamente antiestético e iconoclasta, provocando en reuniones públicas el escándalo, y con frecuencia, la burla infantil o el sarcasmo.
ICONOCLASTA: adj. Dícese del hereje del s. VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. Por extensión se llaman así a quien niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos.
NIHILISMO: Negación de toda creencia, de todo principio religioso, político y social.
NIHILIDAD: (Del latín nihil, nada, e –idad.) Condición o cualidad de no ser nada.
Del irracionalismo al surrealismo
(Pg. 484 – 488) Con la primera guerra mundial concluye el s. XIX. El dadaísmo es una corriente irracionalista que convulsiona la sociedad occidental con la fuerza de un estertor, en acentos de desesperación. En el platillo positivo de la balanza está su sentido de liberación, su ansia –oscura– de libertad verdadera. Son tiempos en que el hombre occidental siente sobre sí un peso muerto contra el que se revuelve instintivamente, con el deseo de liberarse. Los artistas lo reflejan en su obra; y, puestos a negar, lo niegan todo. No existe norma válida, nada a que atenerse, todo merece ser destruido. Por su carácter y procedimientos, cabe equipararlo con justicia al anarquismo político.
Desde un principio, se dio en el dadaísmo un marcado tono literario. Se trataba de pintar el absurdo, o, mejor, ya que ni en el arte mismo se creía en realidad, reflejar la importancia misma del hombre. A primera vista se percibe lo que de negativo hay el movimiento dadá. Hay también una parte de juego, en la misma proporción que existe en el la alegría. Pero, en mayor medida, hay en él una gran tristeza, y un sabor de muerte en estos objetos caprichosamente asociados. Con todo esto se apreciará con mayor claridad en el surrealismo, ya que en el impulso destructor del dadaísmo había un rechazo ante lo que era en sí negativo, que se negaba simplemente, sin tratar de sustituirlo por otra cosa; mientras que el surrealismo creía en algo que, aunque apoyándose en hechos ciertos, conducía a callejones sin salida que se aceptaban como la verdadera vida. Puede decirse que en el fondo, el dadá tenía fe en el hombre, puesto que trataba de ayudarle, liberándolo, mientras que el surrealismo trataba de encontrar el verdadero reino dentro del hombre en unas profundidades de su mundo interno, en un buceamiento estéril. Los dadaístas no se preocupaban por el arte, y los movía el instinto de destrucción, que es uno de los principales motores del arte de nuestra época.
En cuanto a lo estrictamente plástico, los dadaístas son continuadores del expresionismo y del cubismo; de los primeros tomaron su carácter irracional, y de los segundos, su visión racional y de análisis dirigido, sin embargo, al mismo objetivo. Con el dadaísmo se da un paso decisivo en el proceso de alejamiento del espectador. Se despreciaba la opinión del público y al público mismo. Se adoptaba una postura aristocrática, con cierto mohín dandista, tras el cual había, junto a una real dificultad de entendimiento, la impotencia del artista por hacerse entender. En lo plástico, el dadaísmo introdujo algo que se ha convertido en característico de toda la época, tanto en arte como en los demás campos: la pretensión de falta de estilo. Se destruían las formas anteriores, pero no se intentaba introducir otra, sino buscar la destrucción misma: la negación de la forma y del estilo.
Hay que destacar la importancia que tuvo en esta corriente el uso del collage. Pero no lo aplicaban tomando sólo en consideración, como lo hacían los cubistas, las calidades de los materiales, sino que les interesaba insertar determinados trozos de papel, por lo que en ellos se decía; o ciertas fotografías para lograr un pretendido efecto. Anticipándose a los surrealistas, realizaron sorprendentes combinaciones de los más diversos y contradictorios elementos.
Está generalmente admitido que el dadaísmo nació en Suiza, concretamente en Zurich en 1916, cuando se reunieron allí artistas de diversas nacionalidades a quienes la guerra había empujado a aquel país neutral. Sin embargo, el año anterior, tres artistas europeos habían puesto en Nueva York la primera piedra de la nueva tendencia. Son el ya conocido Marcel Duchamp, Francis Picabia y el fotógrafo, pintor y cineasta Man Ray. A ellos se unen De Zayas (1880 – 1961), Walter Conrad y Arensberg. Juntos editaron la revista 291.
Duchamp había evolucionado desde su anterior cubismo, y, contagiado del sentido del movimiento futurista, había llegado a un punto en que estatismo y dinamismo contrastaban sin violencia. Su momento de plenitud podemos fijarlo en 1912 ó 1913, al que pertenece su famoso Desnudo bajando la escalera, objeto de grandes polémicas. En un camino hacia el absurdo y del alejamiento del arte, que no es sino un intento de llegar a él por vías inéditas, con un afán de constante originalidad, realiza el hallazgo de lo que se conoce como el ready-made: objetos ya existentes, y que el artista encuentra y a los cuales confiere categoría de arte. A Marcel Duchamp le interesa la máquina por su aparente absurdidad, surgida al abstraer su función.
Fragmento de «HISTORIA DEL ARTE de J. F. RAFOLS»
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